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10 acciones de gobierno y una sociedad desempolvada

Elias Rafful Vadillo* En su mensaje a la nación del pasado 27 de noviembre, como respuesta a los sucesos de Ayotzinapa, el presidente Enrique Peña Nieto dijo que para asegurar el éxito de las 10 medidas anunciadas en favor del Estado de derecho y del desarrollo del sur del país, será necesario el acompañamiento y respaldo de la sociedad civil (una sociedad a la que calificó como “buena”), por lo que se le convocará a que a través de observatorios ciudadanos se vigilen y evalúen las medidas anunciadas. A la luz de ese calificativo y ese anuncio de convocatoria, quiero traer a cuenta algunas de las prácticas civiles que se dan en Finlandia, quizás el país con la sociedad más activa del mundo. En Finlandia funcionan cerca de 80 mil asociaciones civiles, a las cuales pertenece más de la quinta parte de los habitantes de ese país nórdico. Tan sólo en la década anterior, se fundaron unas 26 mil asociaciones nuevas. Las raíces de las asociaciones finlandesas se remontan a la segunda mitad del siglo XIX, con los movimientos antialcohólico, obrero, juvenil y las cooperativas. Ya para la primera mitad del XX, junto con los partidos políticos, nacieron asociaciones de mujeres, de jubilados, deportivas, a favor de la educación, y muchas más. Durante el período entre guerras, los trabajadores leyeron, practicaron música, compraron su comida y guardaron su dinero en sus propias organizaciones y cooperativas. Todavía en las décadas de los 60 y los 70, los temas políticos se cristalizaron en organizaciones voluntarias que le daban rumbo a las exigencias ciudadanas. A partir de los años 80, las asociaciones dejaron de tener un cariz ideológico y pasaron a tener un carácter más de corte privado (fines culturales, deportivos, de ocio), pero ello no significó una caída en su número. Por el contrario, se han disparado. Comparadas con asociaciones más viejas, las nuevas organizaciones comprenden su actividad de manera más momentánea y menos estable. Son también más pequeñas y sus lazos más ligeros. Digamos que en lugar de querer cambiar el mundo, buscan cambiar la vida de quienes las integran; una limitada parte de sus vidas, para ser exactos. No obstante, la forma de asociación tiene aún potencial político. Las asociaciones no son solamente un conducto para la canalización de los intereses comunes de los finlandeses, sino que en ellas nace y se transforma también la cultura crítica, de tal forma que su existencia no está separada de la vida política de esa nación. Tomemos como ejemplo el Grupo Alianza de jóvenes de Finlandia, que se formó originalmente por tres organizaciones juveniles. Actualmente, Alianza agrupa a 107 asociaciones y ofrece información y servicios a los que toman decisiones, a los trabajadores juveniles de los municipios y a los jóvenes en general. Alianza ha impulsado la actividad multicultural, promoviendo la igualdad y la tolerancia. Fiel a su espíritu, desde 1991 ha puesto en práctica elecciones juveniles que buscan provocar que los jóvenes recapaciten en torno de la democracia, de la actividad organizacional y de la importancia de ejercer el voto. Los jóvenes incluso eligen de antemano su propio parlamento antes de las elecciones parlamentarias ordinarias. Por su parte, las asociaciones de mujeres también cuentan con una organización que las agrupa. Nytkis une a las mujeres de todos los partidos políticos bajo un mismo paraguas y vela por la puesta en práctica de los derechos de las mujeres. Conjunta sus opiniones referentes a asuntos sociales y políticos y trabaja para mejorar la posición de las mujeres en los distintos ámbitos de la vida pública y privada. En la actualidad, un total de 600 mil mujeres pertenecen a las organizaciones miembros de Nytkis. Si bien en un principio el trabajo de Nytkis era voluntario, en 2007 el parlamento autorizó formalizar una ayuda permanente del Estado para las organizaciones de mujeres. Por último, de entre miles de asociaciones, pensemos en el movimiento “Porcentaje”, nacido en 1979 como consecuencia de la huelga de hambre de los integrantes de la comunidad Emmaus, quienes exigían elevar la cooperación para el desarrollo por parte del gobierno finlandés. La idea original del movimiento “Porcentaje” era sencilla: retar a todos los finlandeses a pagar al menos el uno por ciento de sus ingresos brutos a una organización no gubernamental finlandesa que financiara algún proyecto de cooperación para el desarrollo u otro tipo de trabajo de solidaridad en países menos desarrollados. El movimiento consiguió en muy poco tiempo elevar la cuota del gobierno para la cooperación para el desarrollo, pasando de 0.16% a 0.7 por ciento. “Porcentaje” influyó de manera decisiva en el nacimiento del Centro de Servicios de la Cooperación para el Desarrollo, que une a las ONGs finlandesas que realizan trabajo de este tipo. Un último dato: mientras que Finlandia tiene una población de 5.5 millones de habitantes y cuenta con casi 80 mil asociaciones civiles registradas, en México habitamos casi 120 millones de personas y el Instituto Nacional de Desarrollo Social tiene registradas menos de 28 mil organizaciones de la sociedad civil. Por el bien de todos, espero que estemos frente al desempolvamiento definitivo de la sociedad civil mexicana. *El autor, Elias Rafful Vadillo, es Titular del Centro Nacional de Prevención del Delito y Participación Ciudadana. @erafful eliasrafful.com
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