Por Bernardo Saldaña
*La península estuvo a punto de perderse durante la Segunda Guerra Mundial
*Él platicaba directamente con el presidente Lázaro Cárdenas, con el comandante en jefe
*Ninguna calle tiene su nombre, en ninguna efemérides lo mencionan, no le rinden honores en eventos cívicos, sin embargo vivió como un hombre integro, digno, elegante, recto, inflexible, cabrón
La península de Baja California sigue siendo parte de México gracias a la oportuna intervención de Joaquín Aguilar Robles. En su momento actuó como todos aquellos que pasan a la historia por sus logros, por sus actos. Sin embargo, a la fecha, no se le ha reconocido la magnitud de sus alcances, ni los resultados de su trabajo, mucho menos el valor de su legado. Baja California es de México gracias al desempeño profesional de su trabajo, gracias a su amor por nuestra patria.
Joaquín Aguilar Robles es un personaje que alcanza los méritos para ser considerado uno de los grandes héroes de Baja California. Un evento, entre muchos otros, así lo demuestra, fue durante la Segunda Guerra Mundial cuando toda la península estuvo a punto de perderse, de ser invadida por una amenaza y también “para protegernos”, en ambos casos hubiéramos perdido nuestra soberanía. Los japoneses habían logrado sobrevolar las costas de California, desde Chula Vista hasta Oregón, existen algunas versiones de un bombardeo y otras las desmienten; principalmente en la zona de Los Ángeles, Long Beach, Santa Bárbara. Sin embargo, cierto o falso pero fue entre el 24 y 25 de febrero de 1942.
En todo momento, Tijuana fue parte de la trama y del escenario internacional. De que la armada imperial japonesa llegó a las costas de la Alta y Baja California sí llegaron. La pregunta que se hicieron fue de dónde salieron los bombarderos nipones, de qué base secreta naval o aérea salieron esos bombarderos que eran hidroaviones, para luego agarrar el mar como pista de aterrizaje. Para contestar con fantasía se puede responder que de algún lugar solitario y despoblado de la Baja California, tal vez desde la Isla de Cedros, o de la Isla de Guadalupe que está más adentrada en el Océano Pacífico, pero sería negar la existencia de lossubmarinos japoneses que al mismo tiempo servían como portaviones.
Mario Ortiz Villacorta Lacave, cronista de Tijuana, escribió que durante la II Guerra Mundial, «nuevamente la Baja California, la península entera, estuvo a punto de ser ocupada por tropas extranjeras para fincar bases militares y enajenar nuestra soberanía»[1]. Luego, describe de manera muy breve la llegada de dos militares norteamericanos que intentaron entrar con sus fuerzas armadas extranjeras a territorio nacional, por la Baja California, por Tijuana, por La Línea, por las inmediaciones de la colonia Libertad, para ser más exactos por donde están las vías del tren. Y luego dice que el general John L. DeWitt llegó con su jefe del Estado Mayor, un general de apellido Bradley, además de otros y que entonces sólo ellos dos, y los escoltas necesarias, se fueron al Casino Agua Caliente, donde se encontraron con otros oficiales mexicanos y el mismo general Lázaro Cárdenas del Río. Eso dice, pero de acuerdo a otras investigaciones históricas, dicha se reunión se realizó el miércoles 25 de marzo de 1942, y un día después El Heraldo de Baja California publicó en su portada que: “Los generales Cárdenas y De Witt hacen planes para la defensa de nuestras costas”.
Eso escribe el cronista, pero además hay que desdecir a DeWitt ya tenía casi sesenta años y que después del ataque japonés a Pearl Harbor ya había recomendado a su presidente, Roosevelt, la reclusión de personas japonesas o descendientes de ellas, todas las que estuvieran viviendo en las costas del Pacífico, incluso quiso hacer lo mismo en Baja California. Sin embargo, el cronista sólo nos da el apellido del militar Bradley, y de nuestra parte, sin poder afirmarlo podemos decir que posiblemente se trata de Omar N. Bradley;[2] y en caso que así sea, entonces de él podemos decir que en 1942 estaba al frente de la 82 división de infantería, misma que luego se convirtió en la 82 división de paracaidistas. Que de ser él, entonces, al inicio de la II Guerra era académico militar y muy probablemente era comandante cuando llegó al Casino Agua Caliente. Y si se tratara de él, entonces fue uno de los que más tarde organizaron el desembarco en Normandía.
Ya en los tiempos de la II Guerra Mundial, en Tijuana y en ese momento, Joaquín Aguilar Robles ya sabía de cantinas, compartía con soldados nacionales y extranjeros, atrapaba rateros y les pedía sus tarjetas de salud a las prostitutas.[3] Y al mismo tiempo, Aguilar Robles era el que platicaba directamente con el presidente Lázaro Cárdenas, con el comandante en jefe del Pacífico durante la guerra. Y de su figura histórica, de su persona que trabajó como jefe de seguridad en Casino Agua Caliente, de él podemos decir que le habló a Lázaro Cárdenas por teléfono y le dijo que Baja California estaba en riesgo, de inmediato se tomaron medidas urgentes. Eran aquellos tiempos que Gerardo Australia describió en el diario Reforma como El cenit del Servicio Secreto, además cuando escribió su libro Frontera norte, memorias de un detective[4]. Confesó que cuando construyeron la Presa Abelardo L. Rodríguez ahí entró a trabajar porque “El jefe Cárdenas giró órdenes al Ingeniero Francisco Vázquez del Mercado, subsecretario de Agricultura y Fomento, para que él a su vez ordenara al ingeniero Oribe de Alba, que se extendiera nombramiento de perforista de primera a un extranjero de nombre Joe O´Brien. O´Brien era yo [Es decir, Joaquín Aguilar Robles]”. (p. 38). Eran tiempos en que Wikileaks le quedaba chico a Joaquín Aguilar Robles, porque desde Tijuana tenían redes en todo California, nada más para proteger a México.
En ese sentido, Ortiz Villacorta afirma que los mexicanos representados por los tijuanenses y en Tijuana, todos ellos no iban a permitir el paso de tropas extranjeras, porque luego les da por robarse el territorio nacional, aunque en otros casos tirar balazos siempre ha sido parte de la fiesta, es otra forma de fiesta. Incluso en la defensa de la patria, un sindicato de trabajadores, con mucha tradición en la ciudad, ya estaba listo para repeler el ataque y la invasión amiga o enemiga. Algunos tijuanenses todavía tienen el sentimiento contra lo que llaman “filibusteros”, es un vocablo para referirse a los extranjeros en territorio de Tijuana y sin importar que fuéramos aliados. De esta manera se evitó la entrada de los soldados norteamericanos apostados en La Línea, por donde viene el tren, en las inmediaciones de donde ahora está la Garita de San Ysidro y de este lado ya estaban preparados para la defensa, sin dejarlos pasar, en tensión, a pesar de ser amigos y de tener un destino común, los japoneses ya habían llegado la costa de California y era un problema que había que resolver, la mejor forma era ponerse de acuerdo. Así llegaron los representantes militares de los gobiernos de México y Estados Unidos de América, tenían que ponerse de acuerdo para la defensa, para el ataque, ya en español, ya en inglés o francés, tal vez con la ayuda de un traductor o de todos los que fueran necesarios.
Ortiz Villacorta escribe que:
Esta reunión comenzó con una curiosa dificultad: las lecturas de los planos de colaboración no fueron entendidas en sus traducciones pues ninguna de las dos partes dominaba el lenguaje técnico militar de la otra.
De forma personal estuvo presente Lázaro Cárdenas, para tomar todos los acuerdos a nombre de México. La consecuencia es un profundo legado de Cárdenas en la historia de Tijuana y que marca un parteaguas en su historia, además que en Baja California el de nombre Joaquín Aguilar Robles, cumpliendo con su trabajo, salvó la península. Luego se construyó toda la carretera transpeninsular.
De Joaquín Aguilar Robles podemos afirmar que se graduó como técnico judicial, es decir, era como uno de los personajes que salen en las películas del CSI (Crime Scene Investigation) más o menos así era Aguilar Robles. Nació en Hermosillo, Sonora, en 1896 y murió en Tijuana en 1991. Salió graduado por la academia de ciencias policiales de Washington y para 1928 ya era el jefe de seguridad del Casino Agua Caliente, luego desempeñó diversos cargos en Tijuana. A lo largo de su vida dejó varios libros escritos, entre los que destacan: Las Guerras del opio; y Frontera Norte. Además escribió la novela que tituló A las ocho me mataré. Ejerció el periodismo, y desde Tijuana escribió la revistaDetective Internacional para analizar los casos más sonados de su tiempo. Que se mantuvo casi en el anonimato también es cierto, que además era agente secreto eso no le quita el mérito de ser considerado un héroe, sus hechos históricos así lo prueban. De pasada fundó el cuerpo de bomberos de Mexicali en 1919.
En ese sentido, en sus memorias escribió de cómo se enteró de la llegada de las fuerzas militares extranjeras a la frontera de Tijuana, con la intención de entrar a suelo nacional, y dice cómo se comunicaba con el General Lázaro Cárdenas, ya como presidente de la república, ya como comandante en jefe para la defensa del Pacífico. A la fecha ninguna calle tiene su nombre, en ninguna efemérides lo mencionan, no le rinden honores en eventos cívicos, sin embargo vivió como un hombre integro, digno, elegante, recto, inflexible, cabrón y como lo describe Ortiz Villacorta “un hombre con don de gentes”. Pero además todo un héroe digno de enaltecerse, de rescatarse y presumirse a las nuevas generaciones.
[1] Cf. Francisco Manuel Acuña Borbolla y Mario Ortiz Villacorta Lacave, Senderos en el tiempo, XVIII Ayuntamiento Constitucional de Tijuana, 2006,
[2] Cf. Referido como pie de página en Stetson Conn & Byron Fairchild, United States Army in World War II, The Western Hemisphere, The frame work of hemisphere defense, Center of Military History United State Army, Washington, D. C., 1989, pp. 331-363
Consultado el: 31 de Octubre de 2012.
[3] Joaquín Aguilar Robles, Frontera Norte, Memorias de un detective, Costa AMIC Editores, México, D. F, 1984, p. 9. (Disponible en el Archivo Histórico de Tijuana).