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ABCDIARIO Politico X


Por Santiago Flores

“Sufragio efectivo, no imposición”, antigua divisa panista.


Este domingo 29 de marzo, el Partido Acción Nacional enfrenta su destino.
Casi 5 mil militantes, habrán de elegir seis candidatos a diputados, pero también habrán de escoger entre recuperar el partido, sin perder el poder, o perderse como una masa deforme en el concordato de intereses ilegítimos.
Tendrán que escoger entre el ejercicio del sufragio efectivo, libre y razonado, fundamentado en el derecho del individuo de decidir el rumbo de los asuntos de orden público, conforme a los principios democráticos, o entre seguir validando acuerdos copulares de grupúsculos que atentan contra la razón y el derecho, a partir de imponerse mediante la violenta represión que resulta de retirar o restringir garantías sociales básicas inherentes a la condición de ciudadano.
Veinte años después de aquel primer domingo de julio de 1989, en que la población de Baja California se volcó en las urnas para derrumbar el mito de la invencibilidad del PRI, el Partido Acción Nacional, se convirtió en el usufructuario de aquellas viejas prácticas de gobierno.
El PRI perdió el poder, pero en cambio el suyo, fue un triunfo ideológico contundente.
Prácticas como el comercio ilícito de concesiones, el lucro ilegítimo de plazas de trabajo y prebendas espurias, son parte de la memoria histórica que nos legó el régimen de 70 años de exclusión (de derechos ciudadanos) y democracia simulada.
La subcultura del fraude, la tramposa manipulación del poder abusivo que obliga al individuo a ceder el ejercicio del derecho propio a cambio de una despensa, una promesa de trabajo, concesión o plaza de trabajo, se resume en una famosa frase: “no hagas borlote en el ejido y la parcela es tuya”.
El parcelamiento del poder, representa también el sometimiento de la voluntad, es decir la libertad de decidir; es la resultante de una imposición violenta que vulnera el principio del sufragio efectivo, y que en la vieja cultura priísta (sometimiento, exclusión, imposición y violencia) son los fundamentos de las artes políticas y de gobierno.
Con ese equipaje, los militantes del Partido Acción Nacional, arriban a sus convenciones internas, en espera de un tren llamado Democracia.
No obstante, para ciertos escritores de comentarios políticos , las convenciones ya están “arregladas”, y son un mero formulismo. Aseguran –basados en las tradiciones más antidemocráticas que conforman el modelo gubernamental del PRI-- que el resultado ya fue pactado previamente por los grupos de poder.
Afirman también que con el respaldo del exgobernador Eugenio Elourdy Walter, el senador Alejandro González Alcocer y el alcalde de Tijuana, Jorge Ramos, al estilo de las mafias sicilianas, “el padrino” y gran elector de los futuros diputados, es Jesús González Reyes, un pintoresco “político profesional”, formado en la escuela priísta, de Xicotencatl Leyva Mortera, la más radicalmente opuesta al modelo humanista de gobierno que proclama como doctrina propia el Partido Acción Nacional.
Siempre a la sombra de Jesús Ruiz Barraza, quien lo procreó políticamente a finales de la década de los 70,s y principios de los 80,s convirtiéndolo en dirigente estudiantil, de la Preparatoria Lázaro Cárdenas, Jesús González Reyes, “el más priísta de los panistas”, llegó al Partido Acción Nacional, como muchos otros priístas que se subieron al barco de Cuahutémoc Cárdenas, primero, y aprovecharon la coyuntura, para subirse a la oleada ruffista.
Las circunstancias lo llevaron a acumular un poder tal que lo mismo le han permitido apadrinar lo mismo carreras políticas de narcopolicías como Juan Manuel Nieves Reta, que asociarse con líderes sindicales como Luis Vizcarra, o Joaquín Parada Ruiz, así como políticos como Luis Enrique Díaz Félix y Antonio Macías Garay.
Se atribuye a Jesús González Reyes, la autoría intelectual de diversas alianzas con grupos de corte priísta, fundamentalmente de la rama sindical y transportista, que fueron pieza clave en el triunfo de Jorge Ramos, actual presidente municipal de Tijuana.
La influencia de González Reyes en el gobierno de Jorge Ramos, es tal que en los últimos tres meses en pleno proceso de precampañas en el Partido Acción Nacional, personalmente operó cambios de funcionarios en los primeros niveles de gobierno, con una clara intención de influir en el proceso de definición de candidaturas.
El poder que le atribuyen a Jesús González Reyes en el presente proceso electoral, estriba en su capacidad de ofrecer plazas de trabajo y distintas canonjías, a cambio de votos por sus candidatos.
Uno de los movimientos más destacados de Jesús González Reyes, en este dominó político, lo representa el nombramiento de Luis Enrique Díaz Félix, exalcalde de Playas de Rosarito, como delegado de la colonia Sánchez Taboada, lugar de residencia de alrededor de 300 militantes del VIII Distrito Electoral.
Quienes otorgan a Jesús González Reyes, poderes extraordinarios como el gran elector del Partido Acción Nacional, aseguran que el nombramiento de Luis Enrique Díaz Félix, representa la “joya de la corona”, de la triple alianza con el exgobernador Eugenio Elourduy, y el senador Alejandro González Alcocer.
Diaz Félix, llega al cargo de delegado municipal, con la misión de garantizar el “triunfo electoral” de Oscar Arce Paniagua, un antiguo empleado de González Alcocer.
La “operación política” orquestada por Jesús González Reyes, no sería posible sin el uso ilegítimo y perverso del poder.
Para quienes hacen apología del abominable poder que le confieren a Jesús González estas son razones más que suficientes para asegurar que sin importar el costo, ni lo arbitrario de resultados “arreglados de antemano”, “el Padrino”, expresidente municipal de Tijuana ya decidió quienes serán los próximos diputados federales por Baja California.
Una aberración de esa naturaleza, es posible en la lógica de las prácticas del PRI, que tan bien aprendió en sus tiempos de juventud Jesús González Reyes.
En cambio, no es posible ni aceptable en la lógica de la Democracia.
Hay por tanto, motivos esperanzadores de que –como ocurre de vez en cuando en sus convenciones internas—los militantes panistas, recuerden que “el sufragio efectivo y la no imposición”, fue y ha sido, una de sus banderas históricas, y pongan a Jesús González Reyes y sus viejas prácticas políticas, en el lugar que le corresponde: el cesto de la basura política.
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